El café arábigo (Coffea arabica) es un arbusto de la familia de las rubiáceas nativo de Etiopía; es la principal especie cultivada para la producción de café, obtenida a partir de las semillas tostadas, y la de mayor antigüedad en agricultura, fechándose su uso a finales del primer milenio en la península arábiga. Llega a los 12 metros de altura en estado silvestre, con hojas encontradas, ovales u oblongas de color verde oscuro. Las inflorescencias son axilares. Produce una baya de color rojo brillante, que contiene dos semillas. Los frutos de C. arábiga contienen menos cafeína que otras especies cultivadas comercialmente.
Aun cuando el café es originario de Etiopia, o posiblemente Persia, su cultivo tiene gran importancia económica en África y América. Costa Rica, Brasil, Vietnam y Colombia son los principales productores mundiales de café. Etimológicamente, café procede de la palabra árabe quahwah.
En el mercado mundial de café, destacan los Estados Unidos, seguidos de Alemania, y por número de habitantes, Finlandia es el país que consume más café.
El origen del café
Aun cuando hay quien cree que el café proviene de Arabia, la verdad es muy diferente, puesto que las primeras plantas de café de que se tiene noticia se sitúan a Etiopía.
Existen varias leyendas sobre el descubrimiento de esta bebida, e incluso varias versiones de cada una de ellas, aun cuando una de las más recurrentes, es que los responsables de esta bebida son a partes iguales un rebaño de cabras, un pastor y un Abad, es una historia harto divertida, y sin dejar de ser leyenda, vale la pena conocerla:
Hacia el año 300 D.C.Un pastor denominado Kaldi, se dio cuenta de que sus ovejas, tras comerse el fruto y las hojas de un arbusto se mostraban mucho más vitales, saltaban y corrían alegremente hasta negra noche, y delante de esta situación, decidió probar el fruto de aquella planta que tanto animaba su rebaño.
En hacerlo, se sintió lleno de vitalidad, hasta el punto que decidió coger unas cuántas ramas de aquel arbusto maravilloso, e irle a enseñar al Abad del monasterio para comentar las propiedades de aquella planta. El Abad, cocinó la mezcla, pero el resultado fue una bebida tan amarga que acabó a las brasas.
Al cabo de un momento, empezaron a sentir el aroma del café tostado que hizo pensar el Abad al tostar aquella fruta, y el resto de la historia ya es conocida por todo el mundo.
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